Competencias

Evaluando formativamente

La evaluación es uno de los temas más relevantes del sistema educativo nacional e internacional y uno de los que se ha escrito muchos documentos en los últimos años. Sin embargo, desde la perspectiva del docente siempre ha resultado complejo evaluar de forma pertinente, ya que se intenta ser ¿lo más objetivo posible? Según, la RAE (2018) (Real Academia de la lengua Española) evaluar hace referencia a la acción de estimar conocimientos, aptitudes y el rendimiento de los alumnos. Esta acepción sobre la palabra evaluar podría remitirnos a múltiples preguntas como, por ejemplo: ¿Cómo saber si el docente está “estimando” de forma pertinente los conocimientos y/o aptitudes de los estudiantes? ¿Solo el docente participa del proceso de evaluación? ¿Qué debe considerar el docente al evaluar competencias? ¿Qué enfoques son los más pertinentes para evaluar el logro de una competencia?

Antes de responder a estas preguntas es necesario precisar que existen diversos tipos y/o enfoques de evaluación según la finalidad, momento o actores involucrados. Nosotros consideramos que el enfoque de evaluación formativa es el que mejor se adecua al desarrollo de competencias, pero ¿Qué es? Según el portal EducarChile

“La evaluación formativa es (…) un proceso en el que se recolecta información que es usada para ajustar o confirmar el quehacer de docentes y estudiantes. Lo central es su uso para retroalimentar a los y las estudiantes sobre su aprendizaje, y a la o al docente respecto de sus prácticas.” (EducarChile, 2018, p.14)

Lo interesante de este enfoque es que no se evalúa (califica) un resultado o una evidencia final, por el contrario, se considera todo el proceso de aprendizaje, ya que su finalidad es mejorar el desempeño del estudiante, así como las estrategias de enseñanza aplicadas por los docentes. Otro aspecto importante de la evaluación formativa es la participación activa del estudiante y docente. Ambos deben ser conscientes qué parte del proceso de aprendizaje se necesita mejorar y, a partir de allí, realizar las modificaciones necesarias. Es por ello que Black y Wilian (como se citó en EducarChile, 2018) indican que

(…) las prácticas que se realizan en un aula son formativas cuando la evidencia del desempeño de los y las estudiantes se obtiene, interpreta y usa por parte de docentes y estudiantes para tomar decisiones acerca de los siguientes pasos en el proceso de enseñanza-aprendizaje, decisiones que probablemente serán mejores, o mejor fundadas, que las que se habrían tomado en ausencia de dicha evidencia.

En la cita anterior podemos identificar algunas características propias de este enfoque: interpretación y uso de la información obtenida para tomar decisiones de mejora en el proceso de aprendizaje, pero ¿Quién debe tomar decisiones? ¿El docente o el estudiante? La respuesta es: ambos. Las decisiones que asumirá el estudiante estarán vinculadas a su (auto) aprendizaje, mientras que las del docente a la enseñanza.

La misma OECD (2005) considera que a través de la evaluación formativa se puede reconocer las dificultades en el proceso de aprendizaje y, a partir de ello, establecer mejoras durante el mismo proceso, y no esperar hasta el final cuando se califica. Asimismo, esta organización señala que este enfoque permite generar una estrecha relación entre el sistema de evaluación y el proceso de enseñanza-aprendizaje, además de promover la autorregulación y responsabilidad del estudiante.

Otro elemento importante de la evaluación formativa es la retroalimentación. Una evaluación es formativa si el estudiante reconoce, con ayuda del docente u otro estudiante, qué aspectos necesita mejorar. Por ende, la retroalimentación debe llevarse a cabo durante el mismo proceso de aprendizaje siguiendo algunos aspectos determinados, que en un próximo artículo ahondaremos.

En consecuencia, podemos decir que la evaluación formativa aporta un cambio de paradigma a partir de la relación intrínseca entre la enseñanza-evaluación-aprendizaje. Además, fomenta la coherencia entre los objetivos que se planifican y las evidencias de aprendizaje (¿Qué, para qué y con qué evalúo?). También genera la participación activa del docente y estudiante en la evaluación y, por último, no existiría este enfoque de evaluación sin la retroalimentación, ya que esta desarrolla habilidades de autorregulación y metacognición en los estudiantes (Shepard, 2006). Ahora bien, valdría la pena preguntarnos ¿evaluamos formativamente en nuestras clases?

Referencia Bibliográfica

EducarChile (2018) Evaluación formativa en el aula orientaciones para directivos gestionando y acompañando el fortalecimiento de la evaluación formativa en las salas de clases. Santiago: Ministerio de Educación. Recuperado de http://ww2.educarchile.cl/UserFiles/P0041/files/ORIENTACIONES_EVAL_FORMATIVA_DIREC TIVOS.pdf

Martínez, F., (2012). La evaluación formativa del aprendizaje en el aula en la bibliografía en inglés y francés. Revista Mexicana de Investigación Educativa, 17(54) 849-875. Recuperado de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=14023127008

Méndez, S. M. y Tirado, F. (2015). Pensar históricamente: una estrategia de evaluación formativa. Revista Electrónica de Investigación Educativa, 18(2), 62-78. Recuperado de http://redie.uabc.mx/redie/article/view/943

OECD (2005) Formative Assessment: Improving learning in secundary classroom. París: OECD.  Recuperado de https://read.oecd-ilibrary.org/education/formative-assessment_9789264007413-en#page3

Shepard, L. (2006). La evaluación en el aula. Universidad de Colorado, Campus Boulder. Educational Measurement. Recuperado de http://www.oei.es/pdfs/aprendizaje_en_el_ aula.pdf

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